Filipenses 1:1: PABLO y Timoteo, siervos de Jesucristo, á todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos
Dones de Dios
Este saludo inicial de Pablo y Timoteo en la carta a los Filipenses refleja la profunda comunión espiritual que une a los creyentes en Cristo Jesús. Reconocer a los destinatarios como "santos" nos invita a contemplar la santidad como un don divino, no como una perfección humana, sino como una llamada a vivir en la gracia que transforma y capacita.
Ser llamados "siervos de Jesucristo" también nos recuerda que el liderazgo cristiano es servicio humilde. Pablo y Timoteo no se presentan como autoridades imponentes, sino como servidores comprometidos con la misión de extender el amor y la verdad de Cristo.
Administración hoy
En el contexto actual, esta carta nos desafía a valorar y apoyar a quienes ejercen roles de liderazgo espiritual, como obispos y diáconos, quienes son responsables de cuidar y guiar a la comunidad. La administración cristiana, o mayordomía, implica reconocer que todo lo que tenemos, incluyendo nuestro tiempo y talentos, es un regalo para ser usado en servicio a Dios y a los demás.
La gratitud nace de esta comprensión; al ser conscientes de que somos parte de un cuerpo, llamado a edificar y sostener la fe colectiva, respondemos con generosidad y compromiso.
Para vivir esta mayordomía de manera efectiva, consideremos estas prácticas diarias que fortalecen nuestra vida espiritual y comunitaria:
- Orar con regularidad por los líderes y la iglesia.
- Ofrecer tiempo voluntario para servir en la comunidad local.
- Compartir recursos materiales con quienes tienen necesidades.
- Practicar el perdón y la reconciliación para mantener la unidad.
- Estudiar la Palabra para crecer en conocimiento y sabiduría.
- Fomentar el compañerismo y apoyo mutuo entre hermanos.
- Promover la enseñanza y discipulado en la iglesia.
- Testificar con acciones y palabras del amor de Cristo.
"La mayordomía cristiana no es solo administrar bienes, sino cultivar un corazón agradecido y un espíritu dispuesto a servir en todo momento."
Este pasaje nos invita a reconocer que cada creyente, desde el líder hasta el miembro más humilde, es un siervo llamado a vivir en santidad y servicio. Así, la iglesia se convierte en un reflejo vivo del amor de Cristo en el mundo.
Que esta reflexión nos inspire a renovar nuestro compromiso con la mayordomía espiritual y material, recordando que somos parte de una familia espiritual que crece y se sostiene en la gracia y la fidelidad de Dios.