Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad. - Filipenses 2:13 (RV 1909)
Vida en Comunidad
La carta a los Filipenses nos invita a reflexionar sobre la profunda acción de Dios en la vida de cada creyente. Este versículo nos recuerda que no somos agentes aislados, sino que es Dios mismo quien obra en nosotros tanto el deseo como la acción. En el contexto de la comunidad cristiana, esta verdad fortalece nuestra dependencia mutua y nuestra confianza en que el Espíritu Santo guía nuestros corazones y manos para el bien común.
En la vida de la iglesia, reconocemos que cada uno tiene un papel único, pero todos somos partícipes de la misma voluntad divina. Esta realidad nos llama a cultivar una comunidad donde el querer y el hacer estén alineados con la buena voluntad de Dios, manifestada en amor, servicio y unidad.
Sirviendo los unos a los otros
Cuando entendemos que Dios obra en nosotros, se transforma nuestra perspectiva sobre el servicio. Ya no es un acto meramente humano o una obligación, sino una respuesta a la obra divina que nos impulsa a actuar con amor sincero y sacrificio.
El apóstol Pablo, al escribir a los filipenses, les anima a caminar en humildad y entrega, sabiendo que Dios está obrando en ellos para cumplir sus propósitos. Esto nos desafía a buscar maneras prácticas de servir, conscientes de que nuestra voluntad y nuestras acciones son guiadas por Dios mismo.
- Amarnos unos a otros con sinceridad.
- Edificarnos mutuamente en la fe y en la esperanza.
- Practicar la humildad y el respeto.
- Animarnos en los momentos difíciles.
- Compartir nuestros dones para el crecimiento común.
Al vivir estos principios, reflejamos la obra de Dios en nuestra comunidad y fortalecemos el testimonio cristiano.
"Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad." Este versículo nos recuerda que no estamos solos en nuestra jornada espiritual; Dios es el motor que impulsa nuestro corazón y nuestras manos.
La certeza de que Dios obra en nosotros nos llena de paz y propósito, sabiendo que nuestro querer y hacer están bajo su dirección y bendición.
En tiempos de incertidumbre o debilidad, podemos aferrarnos a esta promesa, confiando que Dios no solo nos llama, sino que nos capacita para cumplir su voluntad. Así, nuestra vida comunitaria se convierte en un reflejo tangible del Reino de Dios en la tierra.
Que esta verdad nos impulse a vivir con humildad y determinación, conscientes de que cada acción, por pequeña que parezca, es parte del gran plan divino.