Reflexión sobre Mateo 18:15: "Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve, y redargúyele entre ti y él solo: si te oyere, has ganado á tu hermano."
Lectura Orante
En Mateo 18:15, Jesús nos invita a enfrentar los conflictos con amor y discreción. Nos llama a ser agentes de reconciliación, recordándonos que el propósito no es condenar, sino restaurar la relación con nuestro hermano. Al leer este versículo, pidamos al Espíritu Santo la sabiduría para actuar con humildad y paciencia.
Este pasaje nos habla de un diálogo íntimo y personal, donde la corrección se hace en privado, evitando la vergüenza pública y preservando la dignidad del otro. Es un mandato que refleja el corazón misericordioso de Dios, que busca la restauración y la paz entre los hijos.
Viviendo la Oración
Aplicar Mateo 18:15 en nuestra vida diaria implica cultivar una actitud de amor activo y responsabilidad hacia quienes nos rodean. Cuando alguien nos hiere, la reacción impulsiva suele ser la confrontación pública o el alejamiento. Sin embargo, Jesús nos invita a un camino diferente: el diálogo sincero y privado.
Este proceso de corrección debe estar guiado por la oración y el deseo genuino de reconciliar. La humildad para reconocer nuestros propios errores y la valentía para acercarnos al hermano son esenciales para que esta enseñanza cobre vida en nuestra comunidad.
Además, este versículo nos desafía a ser pacificadores. Ganar a un hermano no es una victoria sobre él, sino la restauración de un vínculo que fortalece el cuerpo de Cristo. Es un llamado a construir puentes, no muros.
En la historia de la Iglesia, esta enseñanza ha sido fundamental para mantener la unidad y la caridad entre los creyentes. Nos recuerda que la corrección fraterna es un acto de amor, no de juicio.
Para vivir esta palabra, debemos orar por nuestros hermanos y hermanas, abrir un espacio de diálogo y estar dispuestos a escuchar con el corazón abierto. Solo así, podremos experimentar la verdadera reconciliación que Dios anhela para nosotros.
Que este versículo nos impulse a actuar con misericordia y a ser instrumentos de paz en nuestras familias, comunidades y en la Iglesia universal.
- Ora por sabiduría para abordar conflictos con amor.
- Pide al Espíritu Santo que te muestre cuándo y cómo corregir fraternalmente.
- Reflexiona sobre tus propios errores antes de señalar los de otros.
- Busca la reconciliación, no la confrontación.
- Practica la humildad y la paciencia en cada relación.
"Si te oyere, has ganado á tu hermano." – Mateo 18:15
Recordemos siempre que la corrección con amor restaura y fortalece los lazos fraternos en Cristo.