Este era en el principio con Dios - Juan 1:2
El versículo "Este era en el principio con Dios" (Juan 1:2, RV 1909) nos introduce a una verdad profunda y fundamental para la fe cristiana: la eternidad y la divinidad de Jesucristo. Aquí, el apóstol Juan reafirma que Jesús no es una creación, sino que ha existido desde el principio con Dios Padre, participando de Su gloria y naturaleza divina.
Esta afirmación tiene un poder transformador para nuestra vida espiritual, pues nos invita a contemplar a Cristo no solo como un personaje histórico, sino como el eterno Logos, el Verbo que estaba con Dios y era Dios. En medio de las incertidumbres del mundo, esta certeza nos ofrece un ancla firme para nuestra alma.
Paz en la eternidad de Cristo
Reconocer que Jesús estuvo "en el principio con Dios" nos llena de paz, porque significa que Él tiene autoridad sobre todo lo creado y sobre todas las circunstancias que enfrentamos. Su eternidad nos asegura que no está limitado por el tiempo ni por las dificultades humanas.
Cuando meditamos en esta verdad, podemos experimentar una paz que sobrepasa todo entendimiento, porque nuestra esperanza no está en lo temporal, sino en aquel que es eterno. En momentos de ansiedad o miedo, podemos recordar que el mismo que creó el universo camina con nosotros y sostiene nuestra vida.
Esta paz no es pasiva ni indiferente, sino activa y transformadora. Nos impulsa a confiar plenamente en Dios y a descansar en Su soberanía, sabiendo que nada escapa a Su control divino.
- Dedicar tiempo diario a la oración y meditación en la Palabra.
- Practicar la gratitud enfocándose en las promesas eternas de Dios.
- Buscar el silencio interior para escuchar la voz de Cristo.
- Compartir testimonios de fe que fortalezcan a otros en la iglesia.
- Permitir que el Espíritu Santo guíe nuestras decisiones y acciones.
Misión que nace de la eternidad
La misión de Jesús en la tierra tiene su raíz en Su naturaleza eterna. Al estar "en el principio con Dios", Él vino a revelar el amor y la gloria del Padre a la humanidad caída. Su vida, muerte y resurrección son la expresión máxima de ese amor eterno.
Como seguidores de Cristo, estamos llamados a asumir esa misma misión: llevar la paz y la esperanza del Evangelio al mundo. Esta tarea nace de la comprensión de quién es Jesús y de la experiencia personal de Su presencia eterna.
La misión cristiana no es simplemente un proyecto humano; es una continuación de la obra del Verbo eterno que vino a traer luz a las tinieblas. Al vivir esta misión, reflejamos la paz que solo Él puede ofrecer y extendemos su reino en la tierra.
"Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles." (Colosenses 1:16)
Esta realidad nos invita a valorar la grandeza de Cristo y a comprometernos con su obra redentora, confiando en que Él es el principio y el fin, la fuente de toda paz verdadera.
Oración: Señor Jesús, gracias porque Tú estuviste en el principio con Dios y eres la fuente eterna de paz y vida. Ayúdame a descansar en Tu presencia, a confiar en Tu soberanía y a vivir con la misión de llevar Tu luz y amor a quienes me rodean. Que Tu paz, que sobrepasa todo entendimiento, guarde mi corazón y mis pensamientos en Ti. Amén.