Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron á hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen.

Hechos 2:4

Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron á hablar en otras lenguas, como el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:4, RV 1909)

Este versículo marca un momento crucial en la historia de la Iglesia primitiva, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los discípulos en Pentecostés. No fue solo un evento sobrenatural, sino el inicio de una nueva era de comunión, poder y testimonio.

Recibir: El don del Espíritu Santo

Recibir el Espíritu Santo es el regalo divino que transforma el corazón humano. En Hechos 2:4, vemos cómo todos los creyentes fueron llenos del Espíritu, una experiencia que no está reservada para unos pocos, sino disponible para toda la comunidad de fe. Esta llenura no es solo emocional, sino una unción que capacita para la misión y la vida cristiana auténtica.

El Espíritu Santo nos guía hacia la verdad y nos fortalece para vivir conforme a la voluntad de Dios. Reconocer esta presencia activa en nosotros es el primer paso para una vida espiritual vibrante y fructífera.

Descansar: La paz en la entrega

Cuando somos llenos del Espíritu, también encontramos descanso en la entrega total a Dios. No es un esfuerzo humano, sino un acto de fe y abandono. Este descanso no implica pasividad, sino una confianza profunda en que el Espíritu obra en y a través de nosotros.

La experiencia de hablar en otras lenguas, como en el versículo, simboliza esa entrega: dejar que el Espíritu hable por medio nuestro, más allá de nuestras limitaciones y entendimiento.

Correr: La misión con poder

Ser llenos del Espíritu implica también salir a compartir el mensaje de salvación con valentía y poder. Los discípulos no solo hablaron en lenguas, sino que comenzaron a testificar con eficacia a todas las naciones presentes en Jerusalén.

Esta llenura impulsa a la acción, a correr la carrera de la fe con un propósito claro y firme. El Espíritu Santo es el motor que nos permite superar obstáculos y alcanzar corazones con el evangelio.

  • Recibir el Espíritu: apertura y humildad para ser transformados.
  • Descansar en su guía: confianza plena en la dirección divina.
  • Correr con valentía: compromiso activo en la misión cristiana.

El Pentecostés es un llamado a vivir en la dinámica del Espíritu, un continuo fluir de gracia que renueva y capacita.

"El Espíritu Santo no solo nos llena, sino que nos transforma y nos envía a ser luz en medio de las tinieblas."

En tiempos de incertidumbre y desafíos, esta promesa permanece vigente. Así como los primeros creyentes fueron llenos y capacitados, nosotros también podemos experimentar esa renovación profunda que nos impulsa a vivir con propósito y esperanza.

Meditar en Hechos 2:4 nos invita a abrir nuestro corazón, a descansar en la presencia divina y a avanzar con la fuerza que solo el Espíritu puede dar. Que esta palabra resuene en nuestro ser y transforme cada día nuestra manera de vivir y testificar.

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