Reflexión sobre Hechos 1:9: "Y habiendo dicho estas cosas, viéndo lo ellos, fué alzado; y una nube le recibió y le quitó de sus ojos."
Identidad en Cristo
Este versículo nos sitúa en un momento clave tras la resurrección de Jesús: su ascensión al cielo. Jesús, el Hijo de Dios, no solo cumplió su misión en la tierra, sino que ahora regresa a la gloria celestial, dejando una huella imborrable en sus discípulos. La identidad cristiana se funda en esta realidad: Cristo es exaltado y está vivo, sentado a la diestra del Padre.
Al contemplar la ascensión, recordamos que nuestra identidad no se limita a lo terrenal. Somos llamados a vivir desde la perspectiva de quienes tienen a Cristo vivo y presente en el cielo. Esta verdad nos fortalece para enfrentar desafíos con esperanza y confianza.
Caminar digno de nuestra vocación
La ascensión también marca el inicio de una misión: ser testigos de Jesús en todo el mundo. La nube que lo recibe simboliza la presencia y el poder de Dios que acompaña a su pueblo. Así, caminar en la fe implica reconocer que no estamos solos; el Espíritu Santo nos guía y fortalece.
Caminar digno de nuestra vocación cristiana significa reflejar en nuestras acciones la luz de Cristo, extendiendo su amor y verdad. Es un llamado a la perseverancia, al servicio y a la comunión con Dios y con los demás.
La experiencia de los discípulos, quienes vieron a Jesús ser alzado y desaparecer en la nube, nos invita a vivir con una mirada celestial, confiando en las promesas divinas incluso cuando no podemos ver con claridad el camino completo.
- ¿Cómo puedo afirmar mi identidad en Cristo en medio de las dificultades?
- ¿De qué manera la presencia del Espíritu Santo me impulsa a caminar con fe?
- ¿Estoy siendo testigo fiel del amor y la verdad de Jesús en mi entorno?
- ¿Confío en que Dios me sostiene aunque no vea la solución inmediata?
- ¿Cómo puedo vivir con esperanza, recordando la ascensión y la promesa de su regreso?
"Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (Mateo 28:20)
La ascensión de Jesús no es un adiós, sino la garantía de su presencia continua y su poder para transformar nuestras vidas. Al caminar en esta verdad, nuestra fe se fortalece y nuestra esperanza se renueva cada día.
Que esta reflexión nos impulse a vivir con la mirada puesta en el cielo, siendo luz en medio de la oscuridad y testigos fieles de la gracia que hemos recibido.