"Por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora:" - Filipenses 1:5 (RV 1909)
Este versículo del apóstol Pablo, escrito a la iglesia en Filipos, nos revela la importancia de la comunión en el evangelio como fundamento para la vida cristiana y la obra conjunta. Desde el primer día hasta ahora, la comunión ha sido el vínculo que une a los creyentes en un propósito común: anunciar y vivir el mensaje de Jesucristo.
Vida en Comunidad
La comunión que menciona Pablo no es simplemente una relación social, sino una profunda unión espiritual basada en la fe compartida en Cristo. En la iglesia primitiva, esta comunión se manifestaba en la oración conjunta, la enseñanza de la palabra y el apoyo mutuo. Hoy, esta llamada sigue vigente, recordándonos que la vida cristiana no es un camino solitario.
Cuando vivimos en comunión, experimentamos el gozo de compartir nuestras cargas y alegrías, fortaleciendo nuestra fe y testimonio. La comunión impulsa a la iglesia a ser un cuerpo vivo, donde cada miembro cumple su función para edificación mutua, reflejando la unidad que Cristo deseó para sus seguidores.
Servir los Unos a los Otros
Esta comunión en el evangelio también implica un compromiso activo de servicio. Pablo reconoce que la comunión no es pasiva; es una participación constante en la misión y en el cuidado recíproco. El servir unos a otros fortalece la unidad y demuestra el amor genuino que Jesús enseñó.
En la práctica, servir puede tomar muchas formas: orar por los hermanos, compartir recursos, enseñar, animar y corregir con amor. Cada acto de servicio contribuye a que la iglesia crezca en santidad y en amor, reflejando la luz de Cristo ante el mundo.
- Amarse los unos a los otros sinceramente
- Ayudarse en las necesidades materiales y espirituales
- Orar en conjunto y por cada necesidad
- Edificarse mutuamente con palabras y acciones
- Perdonar y restaurar relaciones
"Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos." (Mateo 18:20)
Este texto complementa el llamado de Filipenses 1:5, mostrando que la presencia de Cristo se hace tangible en la comunión sincera y en el servicio mutuo. La iglesia no es solo un lugar, sino una comunidad viva y dinámica donde Dios obra poderosamente.
La comunión en el evangelio es el corazón que bombea vida a la iglesia, y sin ella, el cuerpo se debilita y pierde su testimonio. Por eso, debemos cultivar relaciones profundas, sinceras y comprometidas, recordando que desde el primer día hasta ahora, esta comunión ha sido la fuerza que sostiene a los creyentes.
Que este versículo nos inspire a renovar nuestro compromiso con la comunión en el evangelio, buscando no solo compartir la fe, sino vivirla juntos, sirviendo y amándonos como Cristo nos amó.