El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán. (Mateo 24:35)
Conocer la eternidad de la Palabra
En Mateo 24:35, Jesús nos recuerda la eternidad y la inmutabilidad de sus palabras en contraste con la temporalidad del cielo y la tierra. Mientras todo en nuestro mundo físico está sujeto al cambio y a la desaparición, las palabras de Dios permanecen firmes, inalterables y eternas. Esta verdad nos invita a poner nuestra confianza en lo que es eterno y no en lo pasajero.
Desde tiempos antiguos, la Palabra de Dios ha sido el fundamento sobre el cual se ha edificado la fe de millones. Su poder trasciende generaciones y culturas, mostrando que su mensaje es tan vigente hoy como lo fue hace dos mil años.
Amar la Palabra que transforma
Amar las palabras de Jesús es más que una simple admiración intelectual; es permitir que su verdad penetre en nuestro corazón y transforme nuestra vida diaria. Cuando entendemos que sus palabras no pasarán, reconocemos que en ellas encontramos la guía segura para enfrentar los desafíos, el consuelo en el dolor y la esperanza en medio de la incertidumbre.
Este amor se manifiesta en la lectura constante, la meditación profunda y la aplicación práctica de sus enseñanzas. Así, la Palabra de Dios no solo es un texto antiguo, sino una fuente viva que renueva nuestro espíritu día a día.
Servir con la Palabra como fundamento
Vivir bajo la autoridad de las palabras eternas de Cristo nos impulsa a servir a otros con amor y fidelidad. Al comprender la permanencia de su mensaje, somos llamados a ser portadores de esa esperanza en un mundo que cambia rápidamente y donde muchas cosas parecen efímeras.
El servicio inspirado en la Palabra nos lleva a acciones concretas que reflejan el amor de Dios y a ser testigos fieles de su verdad. De esta manera, nuestra vida se convierte en un testimonio vivo de que la Palabra de Dios no pasa, sino que transforma.
- Compartir diariamente un versículo bíblico con un amigo o familiar.
- Participar en grupos de estudio bíblico para profundizar en la Palabra.
- Orar por la aplicación práctica de la Escritura en la vida personal y comunitaria.
- Ofrecer apoyo a quienes atraviesan dificultades, mostrando la esperanza que viene de Dios.
- Escribir reflexiones o devocionales basados en pasajes bíblicos.
- Voluntariarse en ministerios que promuevan la enseñanza bíblica.
- Enseñar a niños y jóvenes el valor eterno de la Palabra de Dios.
- Practicar el perdón y la reconciliación según las enseñanzas de Cristo.
- Vivir con integridad, reflejando la verdad de la Palabra en cada acción.
"La Palabra de Dios es lámpara a mis pies y luz en mi camino" (Salmo 119:105).
Recordemos que mientras todo a nuestro alrededor cambia, el mensaje de Cristo permanece firme y nos sostiene. Que esta certeza nos impulse a vivir con fe, esperanza y amor, confiando en la promesa eterna de su Palabra.