Y los Judíos respondieron, y dijéronle: ¿Qué señal nos muestras de que haces esto? (Juan 2:18)
En Juan 2:18, encontramos un momento significativo donde los líderes judíos cuestionan a Jesús, pidiendo una señal que valide sus acciones. Este pasaje nos invita a reflexionar sobre cómo respondemos nosotros a las obras y palabras de Cristo en nuestra vida diaria. ¿Buscamos señales visibles o confiamos en la revelación espiritual que Él nos ofrece?
Recibe la Palabra
La pregunta de los judíos refleja una búsqueda de pruebas tangibles. Sin embargo, Jesús nos llama a recibir su palabra con fe, aun cuando no veamos señales inmediatas. La verdadera señal es Él mismo: su vida, muerte y resurrección, que revelan el amor y poder de Dios.
Recibir la Palabra implica abrir el corazón para escuchar y creer, dejando atrás la necesidad de confirmaciones externas. Es un acto de confianza que nos fortalece en medio de dudas y desafíos.
Guarda la Palabra
Al recibir la Palabra, debemos guardarla en nuestro corazón. Esto significa vivir conforme a sus enseñanzas, permitiendo que transformen nuestras acciones y pensamientos. Guardar la Palabra es protegerla de la incredulidad y del ruido del mundo.
Jesús no solo nos invita a pedir señales, sino a cultivar una relación profunda con Él, que se manifiesta en obediencia y amor sincero hacia Dios y los demás.
Comparte la Palabra
Finalmente, la Palabra recibida y guardada debe ser compartida. Así como los judíos preguntaron por señales, nosotros también somos llamados a ser testigos vivos del poder transformador de Cristo, mostrando con nuestra vida la evidencia de su obra.
Compartir la Palabra es una forma de responder a las preguntas y dudas del mundo, ofreciendo la esperanza y la verdad que solo Jesús puede dar.
- Dedica tiempo diario a la lectura y meditación bíblica.
- Ora pidiendo entendimiento y fe para recibir la Palabra.
- Aplica en tu vida diaria las enseñanzas de Jesús.
- Participa en grupos de estudio y comunión cristiana.
- Comparte testimonios que reflejen la acción de Dios en tu vida.
“La fe no consiste en buscar señales, sino en confiar en la Palabra viva de Dios que actúa en nuestro corazón.”
En lugar de exigir señales, aprendamos a reconocer a Jesús en cada acto de amor y en cada palabra que transforma nuestra vida. Que nuestra fe no dependa de pruebas visibles, sino de la confianza firme en el Salvador que ya ha mostrado la mayor señal: la cruz.
Que esta reflexión nos impulse a vivir una fe madura, que no se detiene en preguntas sin respuesta, sino que se entrega a la gracia y poder de Dios manifestados en Cristo Jesús.