Joel 2:28 - "Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones."
Lo que nos Revela Sobre Dios
Este pasaje de Joel 2:28 es una promesa profunda que revela el corazón de Dios hacia la humanidad. Él no solo desea comunicarse con una élite o un grupo selecto, sino que anhela derramar su Espíritu sobre toda carne, sin distinción de edad, género o condición social. Este derramamiento simboliza una apertura divina para que todos puedan recibir revelación y guía.
La profecía que menciona hijos, hijas, ancianos y jóvenes muestra la inclusividad del Espíritu Santo. Dios rompe las barreras humanas y sociales para manifestar su presencia en todas las generaciones. Este es un reflejo del amor y la soberanía de Dios, quien obra a través de diferentes medios para alcanzar a su pueblo.
Nuestra Respuesta
Ante esta promesa, nuestra respuesta debe ser de apertura y expectativa. Dios nos invita a estar receptivos a su Espíritu, a no limitar la obra divina solo a ciertos momentos o personas, sino a permitir que su poder transforme cada aspecto de nuestra vida y comunidad.
Este derramamiento también nos llama a la acción y participación activa en la obra de Dios. Cuando el Espíritu se derrama, la profecía, los sueños y las visiones son signos de un pueblo vivo y dinámico en comunión con su Creador.
Debemos cultivar un corazón dispuesto a escuchar y obedecer la voz de Dios, reconociendo que su Espíritu puede actuar en cualquiera de nosotros. No hay límites para lo que Dios puede hacer cuando nos rendimos a su voluntad.
En el contexto histórico, esta promesa se cumplió inicialmente en Pentecostés, pero sigue vigente hoy, invitándonos a experimentar una renovación espiritual continua.
- Estar atentos a las manifestaciones del Espíritu en nuestra vida diaria.
- Fomentar una comunidad donde todos puedan expresar sus dones y recibir revelación.
- Orar para que Dios derrame su Espíritu sobre nuevas generaciones.
- Reconocer que el Espíritu Santo guía, consuela y fortalece en todo momento.
"Derramaré mi Espíritu sobre toda carne" es una invitación divina a la transformación y renovación personal y colectiva.