Porque Juan á la verdad bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo no muchos días después de estos. (Hechos 1:5, RV 1909)
Lectura centrada en Jesús
En este pasaje, Jesús promete a sus discípulos un bautismo diferente, uno que no es con agua, sino con el Espíritu Santo. Esta distinción es fundamental para comprender la obra que Cristo realiza en nosotros y a través de nosotros. Mientras Juan el Bautista preparaba el camino con un bautismo externo, Jesús nos invita a una transformación interna y poderosa.
Este bautismo con el Espíritu Santo no solo es un evento histórico, sino una realidad espiritual que continúa presente en la vida de cada creyente. Es la manifestación del poder de Dios que nos capacita para vivir conforme a Su voluntad y ser testigos fieles en el mundo.
Siguiendo a Jesús hoy
Recibir el Espíritu Santo significa ser llenos de la presencia divina que nos guía, consuela y fortalece. En un mundo lleno de incertidumbre y desafíos, esta promesa se convierte en una fuente de esperanza y seguridad. No somos llamados a caminar solos, sino acompañados por el mismo Espíritu que resucitó a Jesús.
Además, este bautismo nos impulsa a vivir con un corazón renovado, manifestando frutos que reflejan el carácter de Cristo. La santidad, el amor, la paciencia y la fe son evidencias visibles de la obra interior del Espíritu Santo.
Es importante recordar que este don no es solo para la experiencia individual, sino que nos une en un cuerpo espiritual, la iglesia, fortaleciendo nuestra misión común de llevar el evangelio a todas las naciones.
- El bautismo con el Espíritu Santo es un sello de la nueva alianza en Cristo.
- Nos capacita para la misión y el testimonio fiel.
- Produce frutos espirituales visibles en nuestra vida diaria.
- Nos une como comunidad de creyentes en amor y propósito.
- Nos da poder para vencer el pecado y las dificultades.
Recibir el Espíritu Santo es la promesa viva de Jesús que transforma nuestra existencia y nos hace partícipes de Su obra redentora.
“Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.” (Hechos 1:8)
Que esta verdad nos impulse a buscar con fervor esa llenura del Espíritu, permitiendo que Jesús reine plenamente en nuestro corazón. Así, viviremos no solo bautizados con agua, sino transformados por el Espíritu, reflejando la gloria de nuestro Salvador en cada paso que damos.