El cual mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros siendo muertos á los pecados, vivamos á la justicia: por la herida del cual habéis sido sanados. (1 Pedro 2:24, RV 1909)

Lectura Orante

Este versículo nos invita a meditar profundamente en el sacrificio de Cristo, que tomó sobre sí mismo el peso de nuestros pecados. La imagen del madero, la cruz, no solo representa un instrumento de muerte, sino el medio por el cual se hizo posible nuestra reconciliación con Dios.

Al contemplar estas palabras, recordamos que Jesús murió para que nosotros pudiéramos morir al pecado. Su cuerpo herido es la manifestación tangible del amor infinito que nos sana y transforma.

Viviendo la Oración

Vivir a la justicia implica una renovación diaria, un compromiso sincero de dejar atrás las cadenas del pecado. No es solo una llamada a la moralidad, sino a una vida en comunión con Dios, sustentada por la gracia que brota de su sacrificio.

Al ser sanados por sus heridas, somos invitados a reflejar ese amor sanador en nuestras relaciones, extendiendo perdón y misericordia a quienes nos rodean.

Este versículo también nos recuerda la importancia de la humildad, reconociendo que nuestra justicia no es propia, sino un don recibido a través de Jesús.

En medio de las dificultades, podemos encontrar esperanza y fortaleza al saber que su sacrificio nos sostiene y nos hace nuevos.

La herida de Cristo no es solo un símbolo de sufrimiento, sino la fuente de nuestra sanación y vida nueva.

• ¿Cómo puedo morir al pecado en mi vida diaria?
• ¿De qué manera experimento la sanación a través de las heridas de Cristo?
• ¿Qué áreas necesito entregar para vivir en justicia?
• ¿Cómo puedo reflejar el amor sanador de Jesús a otros?
• ¿Estoy dispuesto a aceptar la gracia que transforma y renueva?

“Por su herida fuimos sanados, y en su muerte encontramos vida eterna.”